Camila Arbuet Osuna
Juan Rizzo
Eje Temático: Formas Políticas
Muchas de las actuales intervenciones del ciberactivismo, desde las colectivas y desestructuradas de Anonymous hasta las acciones individuales de Swartz, Snowden y Assange, centran su apuesta en la creación de una nueva opinión pública, posibilitada por una sociabilización de la accesibilidad a la información. Algunos analistas de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación han encontrado en estos gestos indicios de una promesa de transformación política de alcance global (Cynthia, Leslie Pal, 1998; Seri, 2014, etc.). Nuestra pregunta es ¿qué pasa con la opinión pública cuando no hay un cuerpo que la sostenga? Partimos de la certeza de que las formas de dominación del capital financiero y del pujante capital tecnológico han propiciado la volatilización de los rostros del sometimiento, volatilización que se corresponde con la virtualidad y fragmentación de la protesta. Como es evidente, esto no implica la caducidad de las estructurales pugnas de poder inherentes a una sociedad patriarcal, xenófoba y capitalista, que se actualizan sistemáticamente, y que ahora figuran, gracias a esta visibilidad virtual, en la agenda de la opinión pública. ¿Qué sucede, entonces, con el vínculo sensible que los “ciudadanos de la comunidad virtual” establecen con la innegable presencia de tales conflictos? Aristóteles sostenía que la moneda era un mero medio para concretar el intercambio de mercancías cuando la polis era saludable (en cambio, cuando imperaba la mala crematística, el dinero se utilizaba para producir dinero). Esta reducción analítica sobre la naturaleza del dinero es analogable a la que hoy mueve a algunos comentaristas a considerar la virtualidad como un simple medio (una “herramienta”), y a reducir el debate sobre ella a la ponderación (más o menos abstracta) de los programas políticos al servicio de los que ésta podría ponerse. La virtualidad como sistema organiza performativamente un cierto tipo de subjetividad a la que le es consustancial una determinada forma de compromiso político. Lo que sucede actualmente es que hemos consolidado una estructura de sentimientos (Williams, 2014) en donde la masiva identificación con ciertas causas no supone de ningún modo un compromiso militante con ellas. El intento de vincular esta falta de reacción con una “debilidad moral” de las sociedades contemporáneas, que tiene como último eslabón la premisa de la existencia de un individuo egoísta y auto-referente, poco aporta a esclarecer poner un ejemplo, se han sostenido durante siglos por la existencia activa de mujeres y hombres que combaten por una causa que se reconfigura históricamente; gracias a las organizaciones como Avaaz.org o Change.org millones de personas en el mundo repudian con su firma una violación grupal a una niña en la India, una condena por lapidación en África o una ablación de clítoris en Medio Oriente. Este repudio no carece de validez y de hecho estas acciones logran instalar ciertos temas, que la militancia “real”, tal y como existe hoy en día, es incapaz de situar masivamente en lo público; claro que informar no es lo mismo que conocer, y aparecer no es lo mismo que permanecer. Sin embargo, solo las reivindicaciones sobre la accesibilidad y las libertades en torno a la información tienen como origen la red misma, todas las demás demandas dependen del posicionamiento del cuerpo como espacio de disputa. La corporeidad termina siendo la última instancia que sostiene toda acción y su determinación social se traslada a los diversos usos de la red (las interacciones de los cibernautas son susceptibles de ser discriminadas de acuerdo a las diferencias de clase y género que regulan la vida en general). Nuestro trabajo pretende interrogarse ¿En qué sentido la red es una “herramienta” política y en qué sentido produce subjetividades políticas? ¿Qué relación hay entre la comunidad virtual y la comunidad física? Esposito (2003) afirma que toda comunidad supone una resignación. Nuestra pregunta es: ¿Qué estamos resignando para que funcione esta comunidad virtual y cuáles son los supuestos beneficios de este sacrificio? Para ello, como un primer acercamiento, analizaremos las proclamas públicas (las autodefiniciones de sus programas) de Anonymous, Snowden, Swartz y Assange. Toda militancia que existe tiene una preexistencia material. Las luchas feministas, por
No hay comentarios:
Publicar un comentario